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domingo, 28 de diciembre de 2008
sábado, 27 de diciembre de 2008
Ese momento fecundo
No sé de qué hablar en este momento. Esstoy un poco impactado aún. Se va el año, se va como mi amor por el horizonte, se va como los sueños sin realizar, como el tiempo que no perdona, se va... como la vida.
Un año más, y más aprendizaje. Sobretodo eso, aprender a disfrutar de una flor, de un instante tan fecundo como una flor de madrugada que muere con el sol directo de la tarde. Tan fecundo como una canción en un escenario entre un grupo humano, disfrutando lo que más le gusta en la vida... Aprender a concretar las decisiones, por dolorosas que sean, y aprender que la ternura es la cáscara con que toda revolución debe hacerse... tal como decía el Che no más.
Aprendizaje de que aunque nos sintamos solos, no lo estamos, y que aunque estamos solos a veces, en realidad estamos acompañados.
Aprender a ponerse uno los límites, a poner el punto inicial y el final, aprender a responder dentro de lo posible y dentro de lo imposible, depende de quien sea.
Aprender que ese instante fecundo de la flor de madrugada, es como el nacimiento de nuestros hijos... y digo nuestros porque tenemos tantos sobrinos ya... La Javi recientemente y el Amaru, pero claro, la Milo y el Gonzalo con el consentido Simón, la Karen y su pequeño Samuel, además claro, la Bárbara con el Papo y su pequeña Maita, la Tuca y Leono con la bella Amarai, el Pacha y la Paz con el Kuntur de la tierra, la Dángela con su segundo intento de dar a luz para tener al abuelo más feliz del mundo, y al Natanael con el Emanuel... y bueno, la bella y adelantada Violeta con sus padres Consuelo y Marc.
No podemos olvidar a la Ghis y al Nico entregándonos a Félix, que para mucho fue mucho dolor, pero para otros, motivo de cambios importantes en sus propias vidas, y que seguirá motivándonos para que se sienta en calma tanto como cuando se está en ese instante fecundo de vivir en el líquido amniótico por 9 meses eternos... que dejan de serlo y se ve la luz, se siente el ruido, se escuchan los latidos a lo lejos y empiezan los problemas poco a poco a aparecer...
Ese momento fecundo que vale incomparablemente por muchos de esos instantes dolorosos que nos hacen crecer luego de un gran llanto. Eso que nadie te enseña, uno lo aprende solo, a salir adelante de esos problemas dolorosos que parecen imbatibles. Pero de pronto paff...! se acabó, no está más.
Ese instante fecundo, sublime, son los que nos hacen mantenernos con vida. Vida vital, con aguita y tierra sana, para no tener más enfermedades, ni del cuerpo ni de la mente.. para no enfermar, hay que sanar.
Ese instante fértil, debe darnos tierra para plantar, para soñar, para hacer una realidad diferente.
Esa tierra fértil, de mujeres y hombres cantando por la paz y la justicia, por las vidas que mueren, por el recuerdo de nuestra memoria... eso es.
Ese pequeño momento que cada uno recuerda como uno importante, por su sencillez, por su simpleza, por su sol iluminando nuestras caras que solo querían rearmarse el corazón, para seguir amando.
Ese momento sobre la tumba de Huidobro, nos permitió caminar por la vida del 2007 y el 2008.. para mí hoy comienza un nuevo año.
Los fuegos artificiales solo serán la guinda. La masa de la torta ya está hecha, solo falta sacarla del horno... que llore, que sangre, que duela y me queme... pero es parte de la cocina.
Ese momento fecundo se lo llevan las flores de los cactus que cuido. Esas flores que se dan pocas veces, porque tienen que haber ciertas condiciones especiales, que no sé cómo acá se han logrado... este desierto florido, acá ha pasado este año.
Una flor tras día, un momento de fecundida máxima. Un regalo todos los días, de madrugada. Un niño, una niña, una Violeta o un Félix, un pez o un perro, un beso en la mejilla, un cariño en el pelo, un saludo afectuoso, una flor, una mirada coqueta, una flor fecunda, de madrugada en pleno verano que muere con el sol duro de la tarde, una mirada seca que se lleva toda la sangre de mi amor, una flor fecunda, queda para cultivar nuestras propias raíces.
Un Olivo enterrado bajo los cohetes de esos asesinos, mi propia sangre llorando por esa flor que no pudo vivir bajo los territorios ocupados de la tierra de mis abuelos. Así termina el año, protestando una vez más, para que no haya más asesinatos, para que pare el terrorismo de Estado, para que tengamos derecho a retornar a nuestro país de origen...
Ese momento fecundo, de verte con la guatita llena cantando a la gran Violeta... Ese momento fecundo, de saber que he aprendido. Ese momento fecundo, de mirarte a los ojos sin vergüenza, con amor y ternura, con calma. Ese momento de fertilidad, hay que recordar cuando caminemos por las calles desoladas de verde fecundo. Ese momento de fertilidad, cuando te digo la verdad. Ese momento, que he compartido y que nos van dejando en las memorias de las neuronas más vivas y emotivas que nunca nadie se podrá imaginar.
Gracias... es lo que me queda por decir. Gracias por estar, haber estado y seguir estando... por darme infinitos momentos fecundos, a mis amigos y amigas, c compañeros y compañeras, a hermanos y hermanas, a mayores y menores, a tanta gente fértil, que solo les agradezco por estar y seguir estando...
Un abrazo de 2008, y de un fecundo 2009.
Javier.
Un año más, y más aprendizaje. Sobretodo eso, aprender a disfrutar de una flor, de un instante tan fecundo como una flor de madrugada que muere con el sol directo de la tarde. Tan fecundo como una canción en un escenario entre un grupo humano, disfrutando lo que más le gusta en la vida... Aprender a concretar las decisiones, por dolorosas que sean, y aprender que la ternura es la cáscara con que toda revolución debe hacerse... tal como decía el Che no más.
Aprendizaje de que aunque nos sintamos solos, no lo estamos, y que aunque estamos solos a veces, en realidad estamos acompañados.
Aprender a ponerse uno los límites, a poner el punto inicial y el final, aprender a responder dentro de lo posible y dentro de lo imposible, depende de quien sea.
Aprender que ese instante fecundo de la flor de madrugada, es como el nacimiento de nuestros hijos... y digo nuestros porque tenemos tantos sobrinos ya... La Javi recientemente y el Amaru, pero claro, la Milo y el Gonzalo con el consentido Simón, la Karen y su pequeño Samuel, además claro, la Bárbara con el Papo y su pequeña Maita, la Tuca y Leono con la bella Amarai, el Pacha y la Paz con el Kuntur de la tierra, la Dángela con su segundo intento de dar a luz para tener al abuelo más feliz del mundo, y al Natanael con el Emanuel... y bueno, la bella y adelantada Violeta con sus padres Consuelo y Marc.
No podemos olvidar a la Ghis y al Nico entregándonos a Félix, que para mucho fue mucho dolor, pero para otros, motivo de cambios importantes en sus propias vidas, y que seguirá motivándonos para que se sienta en calma tanto como cuando se está en ese instante fecundo de vivir en el líquido amniótico por 9 meses eternos... que dejan de serlo y se ve la luz, se siente el ruido, se escuchan los latidos a lo lejos y empiezan los problemas poco a poco a aparecer...
Ese momento fecundo que vale incomparablemente por muchos de esos instantes dolorosos que nos hacen crecer luego de un gran llanto. Eso que nadie te enseña, uno lo aprende solo, a salir adelante de esos problemas dolorosos que parecen imbatibles. Pero de pronto paff...! se acabó, no está más.
Ese instante fecundo, sublime, son los que nos hacen mantenernos con vida. Vida vital, con aguita y tierra sana, para no tener más enfermedades, ni del cuerpo ni de la mente.. para no enfermar, hay que sanar.
Ese instante fértil, debe darnos tierra para plantar, para soñar, para hacer una realidad diferente.
Esa tierra fértil, de mujeres y hombres cantando por la paz y la justicia, por las vidas que mueren, por el recuerdo de nuestra memoria... eso es.
Ese pequeño momento que cada uno recuerda como uno importante, por su sencillez, por su simpleza, por su sol iluminando nuestras caras que solo querían rearmarse el corazón, para seguir amando.
Ese momento sobre la tumba de Huidobro, nos permitió caminar por la vida del 2007 y el 2008.. para mí hoy comienza un nuevo año.
Los fuegos artificiales solo serán la guinda. La masa de la torta ya está hecha, solo falta sacarla del horno... que llore, que sangre, que duela y me queme... pero es parte de la cocina.
Ese momento fecundo se lo llevan las flores de los cactus que cuido. Esas flores que se dan pocas veces, porque tienen que haber ciertas condiciones especiales, que no sé cómo acá se han logrado... este desierto florido, acá ha pasado este año.
Una flor tras día, un momento de fecundida máxima. Un regalo todos los días, de madrugada. Un niño, una niña, una Violeta o un Félix, un pez o un perro, un beso en la mejilla, un cariño en el pelo, un saludo afectuoso, una flor, una mirada coqueta, una flor fecunda, de madrugada en pleno verano que muere con el sol duro de la tarde, una mirada seca que se lleva toda la sangre de mi amor, una flor fecunda, queda para cultivar nuestras propias raíces.
Un Olivo enterrado bajo los cohetes de esos asesinos, mi propia sangre llorando por esa flor que no pudo vivir bajo los territorios ocupados de la tierra de mis abuelos. Así termina el año, protestando una vez más, para que no haya más asesinatos, para que pare el terrorismo de Estado, para que tengamos derecho a retornar a nuestro país de origen...
Ese momento fecundo, de verte con la guatita llena cantando a la gran Violeta... Ese momento fecundo, de saber que he aprendido. Ese momento fecundo, de mirarte a los ojos sin vergüenza, con amor y ternura, con calma. Ese momento de fertilidad, hay que recordar cuando caminemos por las calles desoladas de verde fecundo. Ese momento de fertilidad, cuando te digo la verdad. Ese momento, que he compartido y que nos van dejando en las memorias de las neuronas más vivas y emotivas que nunca nadie se podrá imaginar.
Gracias... es lo que me queda por decir. Gracias por estar, haber estado y seguir estando... por darme infinitos momentos fecundos, a mis amigos y amigas, c compañeros y compañeras, a hermanos y hermanas, a mayores y menores, a tanta gente fértil, que solo les agradezco por estar y seguir estando...
Un abrazo de 2008, y de un fecundo 2009.
Javier.
viernes, 19 de diciembre de 2008
La intuición vale más que la institución
Qué semana.
Bella y triste. La tristeza no ha pasado, esa de diciembre, la que pesa del año. Pero además del cansancio, queda la alegría de seguir juntos, de saberme con ustedes, de verme con proyectos autogestionados potentes, precisos, concretos, con una propuesta de vida diferente, con un corazón lleno de esperanza y con una mente sana, que pide vida, que pide agua.
A veces confiamos en algunas personas, a pesar de lo que la intuición nos dice. Huele raro, pero confiemos igual. Huele raro... no es que literalmente tenga un olor desagradable, mire feo, o tenga algo físico que lo haga desconfiable. Es simplemente lo que la intuición llama, eso que uno tiene bien adentro de uno y que por siglos y siglos la humanidad no ha podido explicar. Eso es la intuición, nada más inexplicable, pero nada más cierto.
La intuición era compartida, pero no lo habíamos compartido. Era así no más, una persona poco transparente, que se dio mil vueltas y se pisó la cola. Una personas no más, como uno, con miles de defectos, virtudes, falencias y verdades, pero la única diferencia era la transparencia. Es raro lo que se siente. Esta vez no me dio pena.
Recuerdo cuando el Maxi se retiró, uff que dolió. Ha sido la mejor persona que hemos tenido, y de pronto partió, y a pesar de las lágrimas, yo sabía que él iba detrás de algo grande, encontró un amor, la ama (se ve en sus ojitos) y es alguien tan hermosamente bello, que no se le puede decir otra cosa más que vaya, búsquelo, yo lo apaño aunque me duela su partida.
Cuando se fue el Gonza, fue algo más bien circunstancial. Era un hijo, debía buscar pega y no le alcanzó el tiempo nada más. No hubo mucho alarde, se fue, a pesar de que era sangre y era el color de nuestro grupo en ese momento. Era el de los detalles. Se fue con pena, pero por razones que escapaban a todos. A él también.
El Matías se fue por razones personales, dijo, y a pesar de ser un tremendo músico, terminó cayéndose en sus razones personales.
Para qué hablar de la Évelin (violín), que en su momento tenía una confusión tan grande que se salió y entró y quería una cosa, y luego otra... pero nosotros éramos más ingenuos y lo permitimos. Y bueno, ella decidió un camino, el de la pareja, y no resolver sus temas de desarraigo, y ahí anda, volando como las plumas sin alas... sin hacer sonar su violín.
Nosotros seguimos siendo 4. Nos damos estabilidad, éramos tres, pero hoy somos cuatro. Se van dos, quedamos cuatro. Duele un poco, como todas las partidas, pero es sana la partida.
La intuición vale más que la institución. Debimos habernos atrevido hace tiempo, eso es nuestra responsabilidad, de los cuatro digo, porque así decía mi intuición. Pero como somos buena gente, personalmente, dimos otra oportunidad, quisimos creer. Es un aprendizaje potente, es reafirmar que la intuición vale, que debemos reconocer nuestros sentimientos más hondos, aunque sean inexplicables. Debemos tener la capacidad de escuchar nuestra intuición. Es imprescindible.
Así es la semana, llena de aprendizajes. Hemos aprendido que se pueden hacer cuestiones que valgan realmente la pena. Hacer cosas que se ven gigantes, imposibles, largas, agotadoras, pero se puede porque somos varios.
Tal vez ahora me contradigo con que me siento solo, pero creo que hay que separar las cosas también. Uno son mis sentimientos más hondos, más ocultos, otro el trabajo comunitario. Cuesta separarlos cuando se hacen lazos, cuando se establecen trabajos, confianzas, compromisos que se van cumpliendo en las distintas velocidades de cada uno, en las que todos podemos, en las energías diferentes... Cada uno vuela con su intuición a la velocidad que más le plazca.
Yo quiero seguir en esto, pero primero, unas vacaciones...
Bella y triste. La tristeza no ha pasado, esa de diciembre, la que pesa del año. Pero además del cansancio, queda la alegría de seguir juntos, de saberme con ustedes, de verme con proyectos autogestionados potentes, precisos, concretos, con una propuesta de vida diferente, con un corazón lleno de esperanza y con una mente sana, que pide vida, que pide agua.
A veces confiamos en algunas personas, a pesar de lo que la intuición nos dice. Huele raro, pero confiemos igual. Huele raro... no es que literalmente tenga un olor desagradable, mire feo, o tenga algo físico que lo haga desconfiable. Es simplemente lo que la intuición llama, eso que uno tiene bien adentro de uno y que por siglos y siglos la humanidad no ha podido explicar. Eso es la intuición, nada más inexplicable, pero nada más cierto.
La intuición era compartida, pero no lo habíamos compartido. Era así no más, una persona poco transparente, que se dio mil vueltas y se pisó la cola. Una personas no más, como uno, con miles de defectos, virtudes, falencias y verdades, pero la única diferencia era la transparencia. Es raro lo que se siente. Esta vez no me dio pena.
Recuerdo cuando el Maxi se retiró, uff que dolió. Ha sido la mejor persona que hemos tenido, y de pronto partió, y a pesar de las lágrimas, yo sabía que él iba detrás de algo grande, encontró un amor, la ama (se ve en sus ojitos) y es alguien tan hermosamente bello, que no se le puede decir otra cosa más que vaya, búsquelo, yo lo apaño aunque me duela su partida.
Cuando se fue el Gonza, fue algo más bien circunstancial. Era un hijo, debía buscar pega y no le alcanzó el tiempo nada más. No hubo mucho alarde, se fue, a pesar de que era sangre y era el color de nuestro grupo en ese momento. Era el de los detalles. Se fue con pena, pero por razones que escapaban a todos. A él también.
El Matías se fue por razones personales, dijo, y a pesar de ser un tremendo músico, terminó cayéndose en sus razones personales.
Para qué hablar de la Évelin (violín), que en su momento tenía una confusión tan grande que se salió y entró y quería una cosa, y luego otra... pero nosotros éramos más ingenuos y lo permitimos. Y bueno, ella decidió un camino, el de la pareja, y no resolver sus temas de desarraigo, y ahí anda, volando como las plumas sin alas... sin hacer sonar su violín.
Nosotros seguimos siendo 4. Nos damos estabilidad, éramos tres, pero hoy somos cuatro. Se van dos, quedamos cuatro. Duele un poco, como todas las partidas, pero es sana la partida.
La intuición vale más que la institución. Debimos habernos atrevido hace tiempo, eso es nuestra responsabilidad, de los cuatro digo, porque así decía mi intuición. Pero como somos buena gente, personalmente, dimos otra oportunidad, quisimos creer. Es un aprendizaje potente, es reafirmar que la intuición vale, que debemos reconocer nuestros sentimientos más hondos, aunque sean inexplicables. Debemos tener la capacidad de escuchar nuestra intuición. Es imprescindible.
Así es la semana, llena de aprendizajes. Hemos aprendido que se pueden hacer cuestiones que valgan realmente la pena. Hacer cosas que se ven gigantes, imposibles, largas, agotadoras, pero se puede porque somos varios.
Tal vez ahora me contradigo con que me siento solo, pero creo que hay que separar las cosas también. Uno son mis sentimientos más hondos, más ocultos, otro el trabajo comunitario. Cuesta separarlos cuando se hacen lazos, cuando se establecen trabajos, confianzas, compromisos que se van cumpliendo en las distintas velocidades de cada uno, en las que todos podemos, en las energías diferentes... Cada uno vuela con su intuición a la velocidad que más le plazca.
Yo quiero seguir en esto, pero primero, unas vacaciones...
lunes, 15 de diciembre de 2008
La pena y la tristeza de fin de año
Todo es rápido. Cómo pasan los minutos, cómo pasan los segundos cuando suceden mil cuestiones a la vez. Solo con mi estómago, luchando con una transnacional, desde las víceras hasta la mente, todos los días no son suficientes para ganar. Faltan horas, faltan días, faltan energías, faltan compañías.
Muchas veces pensamos que estamos unidos, a veces con tantas diferencias nos damos cuenta que es imposible unirse tanto más. A veces con un puro objetivo es suficiente para decir no a pascua lama, juntos, trascendentalmente.
Mis amigos son familia, y como familia estamos juntos. No sé bien cómo decir esto, pero al final, no estamos tan juntos, ni tan unidos, ni tan hermanados.
Estoy cansado, tal vez eso me decepcione a mi mismo, estamos en las últimas, estamos llegando al final. Diciembre siempre es así, como que hay que terminar todo, ahora, sin tregua, terminar, sin tregua, terminar sin parar.
Mucho apoyo, mucha gente amiga que aparece, que está ensimismada en sí misma pensando en sí, para sí y por sí misma, para solucionar sus cosas, y poder sentirse más mejor consigo misma.
Pero no está compartiendo.
Estoy triste y no hay vuelta que darle. Nunca había sentido la tristeza tan adentro mío. Tan adentro, que siquiera la puedo sacar con mis lágrimas. Tan adentro, que no la puedo explicar. Tan adentro, que no sé cómo saldrá, cuándo, por dónde. Hace unos días, salió con la mierda más humana existente; pero solo fue el impacto. Ahora que sigo triste, no sé cómo chucha sacarla, masticarla, caminarla y vivirla para que me deje más livianito, más tranquilo, más humilde y menos cargado emocionalmente.
Tengo pena, estoy triste, no sé si es por tí o por mí, cuando vi la mirada de tu amiga diciéndomelo todo. Sin palabras, claro. Sus ojos negros, claro, brillando toda la energía diciéndome que estabas adentro ocupada. Yo comprándote un regalo, yo queriéndome casar contigo, yo pensando y llorando aún por esta pena negra, y yo aún, preocupado de lo que te pasa, porque no puedo dejar de quererte, y tampoco puedo dejar de llorarte.
Tengo pena y estoy triste, y no he podido compartir la pena como se deben compartir.
Tengo pena y estoy triste, porque estás sin estar, porque no estás estando, porque vienes y te vas, porque sufres y yo contigo.
Tengo pena y estoy triste, porque cierro un ciclo importante, y tengo mucha energía acumulada sin poder compartirlo como se deben compartir todas esas cosas.
Tengo pena y estoy triste. Pero te sigo queriendo, sigo llorando.
Tengo pena y estoy triste, porque mi media costilla anda feliz como nunca antes, creo que nos dará un crío luego, feliz enamorada como nunca antes, y yo triste como nunca antes también, pero ella tiene con quién compartir, y yo no. Lo he vivido todo solo. Por eso a veces ando enojado, enojón, llorón.
Ando triste y tengo pena, de verte feliz, de verme triste.
Ando triste y tengo pena y no la puedo llorar aún.
Muchas veces pensamos que estamos unidos, a veces con tantas diferencias nos damos cuenta que es imposible unirse tanto más. A veces con un puro objetivo es suficiente para decir no a pascua lama, juntos, trascendentalmente.
Mis amigos son familia, y como familia estamos juntos. No sé bien cómo decir esto, pero al final, no estamos tan juntos, ni tan unidos, ni tan hermanados.
Estoy cansado, tal vez eso me decepcione a mi mismo, estamos en las últimas, estamos llegando al final. Diciembre siempre es así, como que hay que terminar todo, ahora, sin tregua, terminar, sin tregua, terminar sin parar.
Mucho apoyo, mucha gente amiga que aparece, que está ensimismada en sí misma pensando en sí, para sí y por sí misma, para solucionar sus cosas, y poder sentirse más mejor consigo misma.
Pero no está compartiendo.
Estoy triste y no hay vuelta que darle. Nunca había sentido la tristeza tan adentro mío. Tan adentro, que siquiera la puedo sacar con mis lágrimas. Tan adentro, que no la puedo explicar. Tan adentro, que no sé cómo saldrá, cuándo, por dónde. Hace unos días, salió con la mierda más humana existente; pero solo fue el impacto. Ahora que sigo triste, no sé cómo chucha sacarla, masticarla, caminarla y vivirla para que me deje más livianito, más tranquilo, más humilde y menos cargado emocionalmente.
Tengo pena, estoy triste, no sé si es por tí o por mí, cuando vi la mirada de tu amiga diciéndomelo todo. Sin palabras, claro. Sus ojos negros, claro, brillando toda la energía diciéndome que estabas adentro ocupada. Yo comprándote un regalo, yo queriéndome casar contigo, yo pensando y llorando aún por esta pena negra, y yo aún, preocupado de lo que te pasa, porque no puedo dejar de quererte, y tampoco puedo dejar de llorarte.
Tengo pena y estoy triste, y no he podido compartir la pena como se deben compartir.
Tengo pena y estoy triste, porque estás sin estar, porque no estás estando, porque vienes y te vas, porque sufres y yo contigo.
Tengo pena y estoy triste, porque cierro un ciclo importante, y tengo mucha energía acumulada sin poder compartirlo como se deben compartir todas esas cosas.
Tengo pena y estoy triste. Pero te sigo queriendo, sigo llorando.
Tengo pena y estoy triste, porque mi media costilla anda feliz como nunca antes, creo que nos dará un crío luego, feliz enamorada como nunca antes, y yo triste como nunca antes también, pero ella tiene con quién compartir, y yo no. Lo he vivido todo solo. Por eso a veces ando enojado, enojón, llorón.
Ando triste y tengo pena, de verte feliz, de verme triste.
Ando triste y tengo pena y no la puedo llorar aún.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Escuchar, hablar, parlar, caminar juntos, con respeto...
La luna viene nuevamente a iluminarnos con sus noches claras y yo trato de comprender y aprender cuándo debemos plantar para que los frutos nos den mejor. La luna viene otra vez, me siento y la miro; camino y me mira caminar por las calles, mientras intento distinguir la pequeña uña que titila entre estrellas en medio del cielo anocheciendo celeste.
La luna crece y nos damos cuenta cuán rápido pasa el mes, los 28 días, el nuevo ciclo, la nueva vida y la muerte de la otra. Hace unos pocos días escribí sobre lo mismo, y han pasado tantas entre medio y vuelvo a escribir mientras la luna se va...
Tenemos disco, tenemos canciones, tenemos libro, tenemos letras, tenemos palabras, tenemos espacio radial, tenemos fiesta, y además de todo eso, tenemos razón. Pero no vamos a hablar de quienes no escuchan, sino de quienes escuchan, porque de eso vivimos, con ellos vivimos, con quienes podemos conversar, con quienes saben escuchar, hablar, parlar, caminar juntos, con respeto.
Algunos dejan el barco que con tanta fuerza emprendieron pasra energizarlo y revitalizarlo, algunos nunca se terminan de conocer. Se integran, se deposita confianza, y de pronto, se bajan para no seguir juntos, por desconfianzas creadas dentro de las cabezas incapaces de confiar para palabrear.
Algunos dejan y otros llegan. Nadie los llama, nadie los invita, nadie los hecha, pero se mueve y unos se van y otros llegan.
Las zampoñas suenan para aprehender de la tierra que vio nacer la mismísima caña...
Los hermanos, por más lejos, están cerca si hay confianza. Sin ella, nada puede hacerse.
La luna crece y nos damos cuenta cuán rápido pasa el mes, los 28 días, el nuevo ciclo, la nueva vida y la muerte de la otra. Hace unos pocos días escribí sobre lo mismo, y han pasado tantas entre medio y vuelvo a escribir mientras la luna se va...
Tenemos disco, tenemos canciones, tenemos libro, tenemos letras, tenemos palabras, tenemos espacio radial, tenemos fiesta, y además de todo eso, tenemos razón. Pero no vamos a hablar de quienes no escuchan, sino de quienes escuchan, porque de eso vivimos, con ellos vivimos, con quienes podemos conversar, con quienes saben escuchar, hablar, parlar, caminar juntos, con respeto.
Algunos dejan el barco que con tanta fuerza emprendieron pasra energizarlo y revitalizarlo, algunos nunca se terminan de conocer. Se integran, se deposita confianza, y de pronto, se bajan para no seguir juntos, por desconfianzas creadas dentro de las cabezas incapaces de confiar para palabrear.
Algunos dejan y otros llegan. Nadie los llama, nadie los invita, nadie los hecha, pero se mueve y unos se van y otros llegan.
Las zampoñas suenan para aprehender de la tierra que vio nacer la mismísima caña...
Los hermanos, por más lejos, están cerca si hay confianza. Sin ella, nada puede hacerse.
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