La luna viene nuevamente a iluminarnos con sus noches claras y yo trato de comprender y aprender cuándo debemos plantar para que los frutos nos den mejor. La luna viene otra vez, me siento y la miro; camino y me mira caminar por las calles, mientras intento distinguir la pequeña uña que titila entre estrellas en medio del cielo anocheciendo celeste.
La luna crece y nos damos cuenta cuán rápido pasa el mes, los 28 días, el nuevo ciclo, la nueva vida y la muerte de la otra. Hace unos pocos días escribí sobre lo mismo, y han pasado tantas entre medio y vuelvo a escribir mientras la luna se va...
Tenemos disco, tenemos canciones, tenemos libro, tenemos letras, tenemos palabras, tenemos espacio radial, tenemos fiesta, y además de todo eso, tenemos razón. Pero no vamos a hablar de quienes no escuchan, sino de quienes escuchan, porque de eso vivimos, con ellos vivimos, con quienes podemos conversar, con quienes saben escuchar, hablar, parlar, caminar juntos, con respeto.
Algunos dejan el barco que con tanta fuerza emprendieron pasra energizarlo y revitalizarlo, algunos nunca se terminan de conocer. Se integran, se deposita confianza, y de pronto, se bajan para no seguir juntos, por desconfianzas creadas dentro de las cabezas incapaces de confiar para palabrear.
Algunos dejan y otros llegan. Nadie los llama, nadie los invita, nadie los hecha, pero se mueve y unos se van y otros llegan.
Las zampoñas suenan para aprehender de la tierra que vio nacer la mismísima caña...
Los hermanos, por más lejos, están cerca si hay confianza. Sin ella, nada puede hacerse.
lunes, 1 de diciembre de 2008
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